Colores con vos. Cuento



Colores con vos


A los 15 años, Ámbar, una joven seria y amargada comenzó a ver los colores por primera vez. Si, como escucharon fue la primera vez en su vida que apreció la sensación de percibir el mundo en luces y sensaciones indescriptibles. ¿Cómo se puede describir un color? ¿De qué forma es el violeta? ¿Y el verde que gusto tiene?. Imposible. Errado. Ningún color se puede apreciar de otra forma que no sea viéndolo, o más bien, sintiéndolo. Pero no se confundan, esta joven no era ciega ni tenía ningún déficit de percepción visual. Como dije antes, era solamente una adolescente amargada, y como tal solo podía ver el mundo en blanco y negro.

Ambar nació un 13 de febrero de 1998, en la ciudad de Avellaneda. El parto fue duro y largo, 27 horas de espera con 6 enfermeras para que pueda nacer de forma correcta y sin dolores. No lloro. Tuvieron que pasar 18 minutos para que el médico, muy asustado, pueda hacer que este pequeño ser llore. Y si lo hizo, lloró mucho, más bien gritó. Un grito de vida tan intenso que hizo retumbar las ventanas. Ambar sintió lo que era estar viva.

Unos años después nació Román, su hermano menor. Travieso y caprichoso como él solo, logró captar la atención de toda su familia. Su abuela materna Claribel lo adoraba con locura, lo llamaba “farolcito”, por sus enormes ojos azules que encandilaba a quien miraba.
Sus padres eran unos hippies frustrados, que decidieron probar suerte en la ciudad porque hacía 23 años que no cenaban bien. Claramente dedicarse a vender palos santos y sahumerios no era lo suficiente para poder mantener a una familia.
Pedro, su padre, era alto y casi esquelético, decía que la comida estaba sobrevalorada. Y hacía unos años que se mantenía estable con los rayos del sol a la mañana, dice que allí es donde la verdadera fuente de energía se absorbe. Por otro lado estaba su madre, Claudia, una morocha amante de la jardinería. Aunque había nacido en el seno de una familia católica y bastante rica, ella se consideraba como una persona “nómada”, no pertenecía a ningún lado y nada le pertenecía a ella.

Un día Ámbar se hizo amiga de Juana, una dulce niña rubia casi albina. La pobre Juana padecía de muy poca melanina en su cuerpo, por eso andaba siempre tapada porque un poco de luz natural podría quemarla por completo. Juana y Ámbar se hicieron inseparables al instante, eran el dúo perfecto. Ambar con su carácter imponente y siempre decidida, era la que siempre ordenaba que iban a jugar en el recreo, mientras que Juana se adaptaba sin problemas a todas las descabelladas ideas de su amiga, agregándole siempre humor y fantasía a todo lo que ingeniaban. Las dos gustaban del mismo chico, Ezequiel. Pero eso era un secreto que ninguna había revelado, aunque sin duda alguna ambas sabían lo que estaba sucediendo.

La escuela primaria no le resultó tan espantosa y pudo pasar de año sin problema alguno. Le resultaba un espacio divertido y cálido. Pero al llegar a su casa, siempre olía raro y nadie le preguntaba que había aprendido hoy, ni si memorizo la tabla del 7, o cuántas provincias hay en su país. Su casa era demasiado “libre” para esas cosas, cosas que no valían demasiado la pena. Allí se hablaba de otras cosas. Cosas que nunca comprendía, otras cosas.

Y así como así, Ámbar ya tenía la edad suficiente para ingresar al colegio. Poco motivada y bastante hormonada, entró a ese extraño lugar en el que su vida iba a cambiar para siempre. O eso es lo que dicen en las películas. Ámbar siempre fue una piba fantasiosa pero reprimida. Y año tras año esa represión creativa fue creciendo, hasta tal punto de perder por completo el interés en valorar cualquier pieza de arte que se le pase por enfrente. Un desinterés por la vida que se le notaba hasta en los poros. Capaz algo característico, dirán algunos, de la etapa adolescente es justamente “no entender nada” o peor aún “no sentir nada”. Pero creo que lo que le pasaba a ella era justamente lo contrario, sentía tanto que por miedo a ese poder tuvo que mantenerse callada y preservada. Parecerse a los demás, no gritar tanto, no bailar demasiado, no expresar sus opiniones cuando se le ocurría. Ser como todos. Ser normal.

En primer año, Ámbar estaba asustada de sus profesores. Estos retaban mucho y se vestían de forma rara. El profesor Raúl de ciencias naturales fumaba en clase, decía que le hacía bien a las ideas. Ámbar lo detestaba, porque siempre le criticaba el corto de su pollera cuando pasaba por su lado. Era un ser totalmente desagradable. Juana, su amiga de la infancia, había ido a la misma secundaria que ella, pero estaba en otra clase con sus amigas del club. Por lo que Ambar tuvo que aprender a hacerse amigos nuevos, algo que no le resultó del todo bien.

Llegó a segundo año y tras un verano largo y caluroso, la triste adolescente estaba volviendo a esas aulas oscuras y eternas. Todo le parecía pesado, el clima, sus compañeros, sus libros, sus pasos. Todo era blanco y negro. No encontraba un pilar, una motivación, algo que le recuerde que el vivir no era tan malo ni agotador. Que los granos pronto se irían, que el pelo graso y su olor a chivo no eran permanentes. Que ser adolescente no es dolor y agonía. Sino que dolor y alegría. Juntos, a la par.

Nada tenía sentido hasta ese día, cuando un martes a la tarde fue al baño en el recreo y vió a una chica alta y super delgada. Vestía con medias negras, tenia el pelo mitad verde y mitad negro demonio. Labios color morado y mucho rimmel. Delfina era un año más grande que Ámbar y era conocida por haber estado con un profesor en el campamento de invierno. Fue suspendida medio año pero pronto regresó a las aulas y fingió demencia en cuanto a su pesado pasado. Nadie volvió a mencionar el asunto.
En el baño, Delfina se estaba retocando su maquillaje y masticando un chicle con mucho ruido. De reojo la veía a Ambar, quien no tardó en sonrojarse por completo hasta quedar decolorada cuando notó que algo dentro suyo había cambiado para siempre. Ambar había sentido algo después de muchísimos años. Por fin, estaba volviendo a vivir. Como cuando nació que al sentir tanto, tardó en poder respirar bien. Aquí pasó exactamente lo mismo, después de salir del baño tuvo que irse al patio para volver a respirar con tranquilidad. Sentía náuseas, o tal vez era un mareo. O capaz se estaba por desmayar. O simplemente, percibió lo que es estar enamorada por primera vez en su vida.

A la noche se juntó con Martin y Nacho, los tres siempre se juntaban a ver películas los martes a la noche. En general, las elegía Martin porque tenía un buen gusto artístico y siempre sabía cómo sorprenderlos. Solían ver películas de suspenso o de terror, capaz alguna de Adam Sandler para variar y reírse sin pensar tanto. Ese día Nacho recomendó una película que se había estrenado hace poco, era sobre la biografía de un pintor, Pierre-Auguste Renoir. Ninguno conocía al artista y sabían muy poco de pintura. Pero por alguna razón decidieron poner play.

Al comienzo del film, Ámbar se encontraba muy distraída y despistada. No paraba de pensar en Delfina, se la notaba ausente. Se comía las uñas y los chicos le tuvieron que pedir que no lo hiciera más porque no dejaba escuchar la película. Ámbar se calmó y comenzó a centrarse en lo que estaba ocurriendo. Pasó un poco más de media hora y seguía con la atención puesta en la televisión. Algo la había succionado. Parecía inmersa dentro de la pantalla, estaba totalmente hipnotizada. Seguía pasando el tiempo y esta no podía correr la vista ni emitir palabra alguna, como frecuentemente lo hacía.

La película transcurre en medio de un conflicto bélico en Europa, en 1915. La vida del autor la había capturado, pero sus pinturas la habían hechizado. Eran las texturas, las formas, las expresiones, los colores. Los colores. Ambar comenzó a ver los colores por primera vez en su vida. Algo dentro suyo se quebró cuando estaba por terminar la película. Las lágrimas por las mejillas se le iban desparramando como una cascada. La joven estaba totalmente emocionada. Era tal la emoción que no sabía cómo decírselo a sus amigos. Tampoco la iban a poder entender. Ambar había percibido los colores después de 15 años, ¿cómo se explica eso sin un fundamento médico?.

Termina la película y se seca rápido la cara para que no notaran lo que había sucedido. Rara vez ella se mostraba vulnerable cerca de estos y nunca jamás la habían visto llorar. Pero al segundo todos pudieron observar que Ámbar estaba diferente. Algo había cambiado. Se podía percibir en el aire. Nada iba a volver a ser igual. Ambar no quiso dar su opinión sobre la película, como solían hacerlo al terminar. Y dijo que le dolía la cabeza para poder regresar a casa lo antes posible. En el camino se perdió. No era mucha la distancia que debía caminar pero quiso agarrar una salida más corta y simplemente se encontró varada en la mitad de unas calles vacías.

Mucha información había ingresado en su pequeño cuerpo, mucha sensación. Ambar no estaba preparada para recibir tanto de golpe. Fue mucho. Tenia su celular a mano y comenzo a escribir palabras al azar, escribió azul eléctrico, verde esmeralda, gris nubes, amarillo foscoresencente, Delfina, rojo sangre. Se detuvo. Vió de vuelta sus notas. ¿Delfina? ¿Qué tiene que ver ella acá? No entendía cómo se podían relacionar estos hechos. No encontraba sentido.

Se acordó del camino y volvió a pararse. Seguía caminando y repitiendo ¿Por qué puse Delfina en medio de los colores? ¿Qué tiene que ver?. Llegó a su hogar bastante cansada por la cantidad de eventos que transcurrieron en todo el día. Se durmió con las zapatillas puestas y sin haber cenado. Su madre entró para ver si estaba todo bien pero se despreocupó ya que esta respondió que sólo estaba cansada y necesitaba estar sola. A las 4 de la mañana Ambar tuvo una pesadilla y se despierta. Se saca las zapatillas y vuelve a taparse. Había tenido un sueño raro. Era un sueño donde estaba en el colegio pero este se encontraba muy raro. La escuela tenía colores. Todo tenía un color para cada objeto, cada persona, cada rincón. Ella iluminaba un tono naranja fluo casi fuego. Y estaba Delfina, quien llevaba un rosa potente. Las dos chicas estaban en el baño y se miraban fijamente. Estaban conectadas por algo superior. Luego Delfina decide darle un abrazo, pero Ámbar le decía que no lo podía sentir. Y allí despertó. Se despierta sudando en la madrugada y sigue escribiendo en sus notas palabras que le hacían sentir mejor. Anota chicas, colores, abrazo, besos, amor, sintonía, prohibido, verde, silencio, amor. Deja el celular y mira el techo con una mirada extraña. Todo era extraño y cada vez más.

Al otro día se levanta y muy nerviosa va al colegio, la llevó su padre en moto. En la puerta se encuentra con Nacho y Martin. Estos quienes se encontraban bastante preocupados, le preguntan qué pasó anoche cuando huyó de la casa. Ámbar entre risas dice que tenía “asuntos de chicas” y que si les decía la iban a cargar. Alguien golpea el hombre de Ámbar al pasar, esta con mala actitud le insulta y le dice que no vuelva a hacerlo o está muerto. Era Delfina. Ámbar se queda helada y se disculpa con la cabeza para abajo. Delfina le hace una seña con la cabeza indicando que quería hablar con ella. Esta enseguida la persigue y llegan a un recóndito lugar del colegio. Nunca había estado allí.

-Delfina: ¿Quién sos?, ¿qué querés de mí?.
-Ámbar: Nada, no hice nada. No se quien sos.
-Delfina: Bueno pero algo pasó entre nosotras dos, no paro de pensarte y no te conozco.
-Ámbar: Capaz te confundiste de persona, nosotras nunca nos vimos.
-Delfina: Si nos vimos, en el baño el otro día. No me parabas de mirar. ¿Sabes algo mio?
Está muy perseguida por el acontecimiento del profesor, el invierno pasado, había quedado trastornada por la burla de todos sus compañeros. Pero notaba algo en aquella chica que le llamaba mucho la atención, de otra forma.
-Ámbar: mejor me voy porque ya van a empezar las clases. Otro día hablamos mejor.
-Delfina: No te vayas, necesito hacer algo.

Se miraron un rato y sin hablar, Delfina abrazo a Ámbar. Fue automático, sin pensarlo.
Algo había explotado dentro de las dos. Era una sensación que se expandía por todo el cuerpo. Ambas lo sintieron. Se abrazaron durante unos segundos y Delfina se separa, corre su mano hasta llegar a la cara de Ámbar y se acerca muy lentamente. Le dió un beso en la boca. Esto pareció eterno, aunque duró solo unos segundos. Se sentían como volando. Fuera de órbita. Al separarse los labios, estas se sintieron muy vergonzosas pero con ganas de más. Todo había tenido sentido después de ese beso. Ámbar le dice que si quiere podían ir a tomar un helado después de clases. Delfi aceptó.

Lo demás es historia. Hoy en día siguen juntas después de estar toda la secundaria inseparables. Ámbar decidió dedicarse al arte visual. Transmitiendo la importancia de los colores en la vida, del disfrute, del placer.

Los colores son parecidos a las emociones. Porque expresan algo que no podemos explicar. Va más allá de nuestro campo de palabras. Está en otro lado de nuestra mente.
Ojalá poder sentir tan fuertemente los colores como Renoir y como Ámbar. Y espero que puedan siempre amar a quienes su alma elija. Porque de otra manera siempre van a ver el mundo en blanco y negro.

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